Tuve el placer de conocer al Sr. Andrés por asuntos de trabajo y puedo decir con certeza que fue un hombre comprometido, responsable, incondicional y honesto. A través de la relación laboral, pude conocerlo como persona, con un humor chispeante y de vetas negras, de puntos de vista fuertemente establecidos, honrado y de profundos ideales. Fui testigo de la mezcla de música celta y tangos en su celular, de su preferencia por una “buena punta trasera” (asado), de su habilidad para transformar en chiste las situaciones incómodas, su devoción por sus hijos, admiración por su madre, su compromiso con María y el profundo encanto que sobre él ejercía chiquitico, un ser pequeño y gordito que alegraba sus días (su perrito).
El Sr. Andrés tenía la particularidad de que nadie era inmune a él, o lo admirabas y querías o no soportabas su carácter y lo llamabas “chupeta de ajo”. Yo pertenezco al primer grupo.
Lamento profundamente que el tiempo cerca del Sr. Andrés haya sido corto, lamento lo que pude haber aprendido y no aprendí. Sin embargo, no tengo dudas que en el cielo está esperando que alguien tenga “el placer de hidratarlo” y esperando la hora de reunirse con sus seres queridos.
Maria Eugenia Valiente Gonzalez
